lunes, 1 de diciembre de 2008

Nos vamos de Bariloche

Nuestro último día en Bariloche.
Por la mañana todo el mundo andaba alterado. Alicia daba sus últimas órdenes, ya que ella se venía con nosotras a Ju Juy y debía dejar todo listo en su casa. Se levantó con el ánimo muy vivo. Nosotras, por fin, fuimos a conocer la ciudad en si. La plaza del ayuntamiento, la estatua del general Roca, sus calles, sus tiendas.
A pesar que Bariloche tiene una población de unos 100 mil habitantes, el núcleo urbano no es muy grande. Tiene una calle principal y las demás van saliendo de ella a izquierda y derecha. Tiene una bonita plaza, donde se enclava el ayuntamiento y las diversas oficinas oficiales. Todas ellas de madera y piedra, muy vistosas. Con los tejados típicos de una zona donde nieva mucho, puntiagudos hacia arriba. En medio de la plaza está la estatua del General Roca, muy polémica, ya que el fue quien echo a los indígenas de la zona hacia Chile. Y en nuestros días, los pocos descendientes de aquellas tribus, quieren que se retire la estatua.

También visitamos una fábrica de chocolates, tesorito nos tenía una cita concertada, pero bueno, ya se sabe como somos todos los latinos, y llegamos tarde. Así la visitamos en un vuelo. Es curioso que en un lugar tan parecido a Suiza, hagan unos chocolates tan parecidos y tan ricos como los de este país europeo. La fábrica en si se llama El Turista, peculiar nombre también. Bueno, el caso, es que allí hicimos nuestras compras de chocolates varios.


Después de comer frugalmente, un rico pastel de zapallo (Calabaza). Llegó el momento de la partida. Todos nuestros bultos se instalaron en la parte trasera de la camioneta de tesorito. Y allá nos fuimos a la estación de micros. Nuestros asientos eran el 1,2 y 19, una tendría que viajar sola. Pero Alicia, con todos sus recursos, que son muchos, hizo ver a un viajero de 1.90 de altura que iría más cómodo en el asiento nº 19 y no en el 3, y la verdad que tenía razón, porque en ese asiento fui yo, y no creo que un hombre de 1.90 cupiese ahí.
Aunque la apartida de Bariloche fue triste, allí quedaban tesorito, J.H. Magali, Gladis, el lago, las montañas…era emocionante saber que a 4000 km de distancia nos esperaba Juana.
Saliendo de Bariloche, a pocos kilómetros, empezaron las protestas de los diferentes pasajeros, y es que la prohibición de ir a más de 90km/h se la saltaba el conductor del micro cada dos por tres, y en una curva, creo que tuvo serios problemas para controlar el micro. El azafato, que no tenía con quien desahogarse, se dirigió hacia nuestros asientos para, a su vez, decirnos que él no tenía la culpa, y todos los pasajeros se iban hacia él. Nosotras comprensivas, le decíamos que en aquella curva a punto estuvimos de salirnos de la carretera. Entre charla y charla, nos trajo una botella extra de champán, y yo ya me quedé dormida. Entre sueños, pude oír algo de la conversación que mantenían arnoia, Alicia y el azafato. “¿Qué edad tenés?” (Esta pregunta es la más usada para entablar conversación y empezar a flirtear) Oí algo de 29 años, risas y volví a dormirme. La verdad que yo me perdí esta parte. Seguro que arnoia se la sabe mejor jijijijiji
Llegamos a Buenos Aires al día siguiente. Ya habíamos hecho 2000 km de los 4000 que teníamos que hacer. La escala en Buenos Aires era de unas 12 horas. Nos fuimos al apartamento de Steffy, duchita. Y a la calle de nuevo. Me gustó aquella zona, no recuerdo el nombre, pero había muchas librerías, mucha gente de aquí para allá. Y llegó la hora de comer. Alicia nos llevó a un restaurante, donde ponían unas parrilladas de vicio. Dimos buena cuenta de ella, y a preparar la maleta para Ju Juy.
Otra vez en la macro estación de autobuses con cientos de compañías de micros que iban a un lado y a otro. Nos subimos al nuestro, que ya no me acuerdo de la compañía, pero era muchos menos cómoda que la que tomamos para Bariloche. Casi no cabíamos acostadas en los asientos cama. Y eran más endebles que los otros, ya sé que las comparaciones no son buenas, pero no teníamos otra cosa que hacer. La cena, no tengo otras palabras que, un asquito, aún no sé muy bien que era aquella cosa gelatinosa, con pinta de caca de bebe, que nos pusieron y aunque cerrase los ojos e intentase tragar, era imposible, el sabor tampoco daba pie a comer. En fin, que quedó allí toda aquella pasterada.

Después del tute que llevábamos encima, dormí toda la noche, me desperté para el desayuno, que ya estaba algo comestible que la cena, pero no mucho mejor. Y sin darnos cuenta estábamos en Ju Juy.
Pero esto, ya quedará para otro día