Ultimo día en Jujuy y regreso a Buenos Aires
Este último día en Jujuy, pasó rápido, realmente fue medio día sólo.
Por la mañana fuimos a un mercadillo de ropa usada, kilos y kilos de ropa dispuesta según prendas, aquí faldas, allí camisas, más allá abrigos, gorros, pijamas, calcetines, todo lo que uno se pueda imaginar, esa ropa venía de todas partes del mundo, hasta algo de Marruecos, creo que vimos. Todo ello debajo de un toldo oscuro. Amaná se lo pasó pipa, mirando todo, todo.
Allí quedó el mercadillo, porque imaginando la procedencia primaria de aquella ropa, no me apetecía mucho revolver en ella.
Después del mercadillo fuimos a comer, claro , el último día y no comer, sería faltar a nuestros principios. Comimos una especie de humitas; unas picantes y las otras normales, muy ricas todas ellas.
Y llegó la hora de las despedidas, que difíciles se hacen. Así que lo dejaremos así.
Y vuelta al suplicio de no poder fumar, menos mal, que allí estaba uno de los Morancos, el mayor, transformado en conductor de micro, y una vez pasados los peajes, allá que me fui a la cabina de los conductores a tomar mate y a fumarme unos pitillos, en la compañía del conductor-moranco y el azafato del micro., que me sentaron de maravilla después de la cena.
Poco antes de la cena tuvimos control de narcóticos, pararon el autobús y hubo registro de bolsos, maletas, y algunas personas, por parte de las autoridades. Esa ruta que estábamos haciendo venía directamente de Colombia. No se esmeraron mucho en el registro, pero allí estuvimos parados como una hora.
Después del desayuno hubo otra vez charleta con los conductores en la cabina, tomando mate, fumando, que maravilla, hasta llegar a la 1ª estación de micros en Buenos Aires, a una hora más o menos de la central.
Llegamos por la mañanita, pillamos un remix, y al piso de Steffy a preparar todo para, al día siguiente partir hacia casa..
Pero aún nos faltaba la última comida en Buenos Aires, allí conocimos a un amigo de Alicia, un argentino que se fue a Venezuela hacía años, y regresaba de vacaciones después de no sé cuanto tiempo sin pisar la patria. Muy amable, pero no recuerdo su nombre.
Por la tarde la dedicamos a descansar un poco, y después arnoia y yo fuimos a dar una pequeña vuelta por el barrio. Hicimos las últimas compras, las que se nos habían olvidado y algunas más. Cenamos toblerones con champán, como despedida. Y a la cama que al día siguiente había que madrugar.
Por la mañana fuimos a un mercadillo de ropa usada, kilos y kilos de ropa dispuesta según prendas, aquí faldas, allí camisas, más allá abrigos, gorros, pijamas, calcetines, todo lo que uno se pueda imaginar, esa ropa venía de todas partes del mundo, hasta algo de Marruecos, creo que vimos. Todo ello debajo de un toldo oscuro. Amaná se lo pasó pipa, mirando todo, todo.
Allí quedó el mercadillo, porque imaginando la procedencia primaria de aquella ropa, no me apetecía mucho revolver en ella.
Después del mercadillo fuimos a comer, claro , el último día y no comer, sería faltar a nuestros principios. Comimos una especie de humitas; unas picantes y las otras normales, muy ricas todas ellas.
Y llegó la hora de las despedidas, que difíciles se hacen. Así que lo dejaremos así.
Y vuelta al suplicio de no poder fumar, menos mal, que allí estaba uno de los Morancos, el mayor, transformado en conductor de micro, y una vez pasados los peajes, allá que me fui a la cabina de los conductores a tomar mate y a fumarme unos pitillos, en la compañía del conductor-moranco y el azafato del micro., que me sentaron de maravilla después de la cena.
Poco antes de la cena tuvimos control de narcóticos, pararon el autobús y hubo registro de bolsos, maletas, y algunas personas, por parte de las autoridades. Esa ruta que estábamos haciendo venía directamente de Colombia. No se esmeraron mucho en el registro, pero allí estuvimos parados como una hora.
Después del desayuno hubo otra vez charleta con los conductores en la cabina, tomando mate, fumando, que maravilla, hasta llegar a la 1ª estación de micros en Buenos Aires, a una hora más o menos de la central.
Llegamos por la mañanita, pillamos un remix, y al piso de Steffy a preparar todo para, al día siguiente partir hacia casa..
Pero aún nos faltaba la última comida en Buenos Aires, allí conocimos a un amigo de Alicia, un argentino que se fue a Venezuela hacía años, y regresaba de vacaciones después de no sé cuanto tiempo sin pisar la patria. Muy amable, pero no recuerdo su nombre.
Por la tarde la dedicamos a descansar un poco, y después arnoia y yo fuimos a dar una pequeña vuelta por el barrio. Hicimos las últimas compras, las que se nos habían olvidado y algunas más. Cenamos toblerones con champán, como despedida. Y a la cama que al día siguiente había que madrugar.
3 comentarios:
¿TOBLERONES con champán? jajaja, qué viciosillas... bueno, y como no os merendasteis a un argentino como despedida? jajaja
Arnoia dijo...
Eran tamales lo que comimos ese día. Había como de dos tipos ¿no?, uno de ellos más picante. Me dio la impresión de que, en la casa de Juana, todos esperaban los tamales con ilusión. Y yo me los comí sintiendo que no era una comida cualquiera, que estaba tomando algo especial, comida de fiesta, de siempre, de viejos, de las grandes ocasiones. Me gustó mucho esa sensación, allí en Jujuy, tan lejos y, en lo más esencial, tan en casa.
No nos merendamos na de na, pero comimos con uno¿No llega?
Yo comí unos cuantos Hum que buenos estaban
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