LLegada a Buenos Aires
Todo empezó cuando llegué a Santiago para coger el avión que nos llevaría a Madrid, Montevideo y de ahí a Buenos Aires. Y repasando la maleta a ver que faltaba ¡Zas! se rompió la cremallera. Hubo pues que cambiarla. Un pelín más pequeña que la mía era la que, amablemente, me prestó, y algún día devolveré, mi colega. Allí quedaron algunos trastos tirados que apenas eché de menos en los días que duró el viaje.
Después de este pequeño inconveniente, allá nos lanzamos. Sube al avión, baja del avión, vuelve a subir, vuelve a bajar, así 6 veces en 24 horas. Con la cabeza medio, o totalmente abombada, medio dormidas y con ganas de pisar suelo firme, llegamos a Buenos Aires, donde se suponía que Clau, estaría esperándonos. Pero…Oh sorpresa.. Clau, no estaba. Una rápida llamada de móvil, que sólo funcionaba en contadas ocasiones, aún no sé por qué, y nos enteramos que Clau, se fue a otro aeropuerto a buscarnos. Pero ¿por qué? Ah, eso son cosas de argentinas locas, que leen los mails en transversal.
Por fin, ya todos juntos, después de unas risas, nos dirigimos al departamento de Steffy. Volando voy, volando vengo, el veloz auto conducido por un intrépido piloto de carreras nos dejó a la puerta del bloque . Al llegar a la casa, estaban esperándonos: Steffy, Garrido y Benito, es decir una hermosa chica y dos felinos.
Lo primero que hizo Clau fue prepararnos unas ricas empanadillas, algunas al horno y otras fritas, las dos clases estaban rebuenas. Después de llenar la panza, aunque mucha hambre no había después de todos los vaivenes de los diferentes aviones, nos dispusimos a conocer Buenos Aires, de la mano de Clau, por supuesto.
Desde casa de Steffy había unas pocas cuadras hasta el subte. Y de allí a conocer la catedral, donde tuvimos la oportunidad de ver el cambio de guardia de los Granaderos , tipos, todos ellos de buen porte, La Casa Rosada, La plaza de mayo, El cabildo. Y en definitiva, pasear por las calles porteñas. Menos mal que todas esas cosas estaban en la misma Plaza, porque las fuerzas comenzaban a faltar. ¿Qué mejor que recuperar fuerzas tomando un cafelillo, y donde mejor que en uno de los cafés emblemáticos de Buenos Aires como es el Tortoni Situado en la calle Rivadavia ¿De qué me sonará a mi este nombre? En el pequeño museo del Tortoni se pueden ver artículos, libros, fotos y diferentes referencias a los escritores que pasaron por allí a hacer sus tertulias. Pero antes de entrar hubo que hacer una pequeña cola de unos 20 minutos de espera, ya que los dueños del bar no quieren que la gente esté dentro esperando mesa, así que, esperan fuera. La verdad que merece la pena esa espera. El potero te hace pasar, después un camarero te lleva a la mesa correspondiente.Y tranquilamente te tomas un cafelillo, entre lámparas de araña, cuadros, madera, y la huella de los ilustres artistas que por allí han pasado
Después de este pequeño inconveniente, allá nos lanzamos. Sube al avión, baja del avión, vuelve a subir, vuelve a bajar, así 6 veces en 24 horas. Con la cabeza medio, o totalmente abombada, medio dormidas y con ganas de pisar suelo firme, llegamos a Buenos Aires, donde se suponía que Clau, estaría esperándonos. Pero…Oh sorpresa.. Clau, no estaba. Una rápida llamada de móvil, que sólo funcionaba en contadas ocasiones, aún no sé por qué, y nos enteramos que Clau, se fue a otro aeropuerto a buscarnos. Pero ¿por qué? Ah, eso son cosas de argentinas locas, que leen los mails en transversal.
Por fin, ya todos juntos, después de unas risas, nos dirigimos al departamento de Steffy. Volando voy, volando vengo, el veloz auto conducido por un intrépido piloto de carreras nos dejó a la puerta del bloque . Al llegar a la casa, estaban esperándonos: Steffy, Garrido y Benito, es decir una hermosa chica y dos felinos.
Lo primero que hizo Clau fue prepararnos unas ricas empanadillas, algunas al horno y otras fritas, las dos clases estaban rebuenas. Después de llenar la panza, aunque mucha hambre no había después de todos los vaivenes de los diferentes aviones, nos dispusimos a conocer Buenos Aires, de la mano de Clau, por supuesto.
Desde casa de Steffy había unas pocas cuadras hasta el subte. Y de allí a conocer la catedral, donde tuvimos la oportunidad de ver el cambio de guardia de los Granaderos , tipos, todos ellos de buen porte, La Casa Rosada, La plaza de mayo, El cabildo. Y en definitiva, pasear por las calles porteñas. Menos mal que todas esas cosas estaban en la misma Plaza, porque las fuerzas comenzaban a faltar. ¿Qué mejor que recuperar fuerzas tomando un cafelillo, y donde mejor que en uno de los cafés emblemáticos de Buenos Aires como es el Tortoni Situado en la calle Rivadavia ¿De qué me sonará a mi este nombre? En el pequeño museo del Tortoni se pueden ver artículos, libros, fotos y diferentes referencias a los escritores que pasaron por allí a hacer sus tertulias. Pero antes de entrar hubo que hacer una pequeña cola de unos 20 minutos de espera, ya que los dueños del bar no quieren que la gente esté dentro esperando mesa, así que, esperan fuera. La verdad que merece la pena esa espera. El potero te hace pasar, después un camarero te lleva a la mesa correspondiente.Y tranquilamente te tomas un cafelillo, entre lámparas de araña, cuadros, madera, y la huella de los ilustres artistas que por allí han pasado
Después de este día tan intenso: Nuestra llegada a Buenos Aires, probar las empanadillas de Clau, y visitar lugares tan emblemáticos de Buenos Aires, nos fuimos para nuestra casa en esta ciudad.
La primera impresión que tuve de Buenos Aires fue positiva. Una gran capital como cualquier otra, con su historia, sus monumentos, sus ilustres fundadores, sus habitantes y sus turistas, en esta época del año no había muchos, ya que recordaremos que allí es invierno. Aunque no se notaba mucho, diriase que era como una primavera un poco fría comparándola con la gallega de Ferrol. Me gusto esa Plaza de Mayo rodeada de monumentos. Y a mi se me dio por pensar en las Madres de la Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos cubriendo sus cabezas y llorando a sus hijos desaparecidos en las diferentes dictaduras que sufrió este país. No me sentí identificada con ellas, ya que yo poco viví de la dictadura de Franco, pero si solidaria, incluso podía escuchar sus gritos de protesta, y los pelos se me pusieron de punta ¿Sería que aún se podían ver los restos de la última protesta de los campesinos que días antes habían estado acampados allí?
Y así acabó nuestro primer día en Buenos Aires
Continuará
La primera impresión que tuve de Buenos Aires fue positiva. Una gran capital como cualquier otra, con su historia, sus monumentos, sus ilustres fundadores, sus habitantes y sus turistas, en esta época del año no había muchos, ya que recordaremos que allí es invierno. Aunque no se notaba mucho, diriase que era como una primavera un poco fría comparándola con la gallega de Ferrol. Me gusto esa Plaza de Mayo rodeada de monumentos. Y a mi se me dio por pensar en las Madres de la Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos cubriendo sus cabezas y llorando a sus hijos desaparecidos en las diferentes dictaduras que sufrió este país. No me sentí identificada con ellas, ya que yo poco viví de la dictadura de Franco, pero si solidaria, incluso podía escuchar sus gritos de protesta, y los pelos se me pusieron de punta ¿Sería que aún se podían ver los restos de la última protesta de los campesinos que días antes habían estado acampados allí?
Y así acabó nuestro primer día en Buenos Aires
Continuará
4 comentarios:
Espero con ganas la continución.
Besitos de BIENVENIDA
Des
*continuación
Pues estamos en ello, ahí va otra parte
Gracias guapa,
bicos miles
oye, pendona, que esto se avisa!
me estaba perdiendo yo la crónica bonaerense!
Publicar un comentario