Una boda
La primera historia trata de una boda.
Corrían los 40, recién acabada la Guerra Civil, las diferentes sociedades que dividían mi pueblo, en aquellos tiempos, tomaban posiciones en su nueva jerarquía. Arriba de todo se situaban los militares, eran la alta sociedad de la época, no porque tuviesen influencia económica, sino porque tenían el terror en sus manos. Pero claro, no todos los militares estuvieron en el bando de los vencedores, casi todos los militares de alto rango del bando perdedor, fueron fusilados o estaban en la cárcel. Estos dejaron tras de si un rastro de viudas y huérfanos de guerra, que también tenían su posición ganada en las altas esferas de esta ciudad. Ya que hacia poco tiempo aún eran comandantes, capitanes de navío y altos mandos en sus respectivos puestos, fue mala suerte que estuviesen en el bando equivocado. Por otro lado, tenemos el ramo de los comerciantes, con dinero, pero con escaso pedigree social. Los más ricos de la ciudad mandaban a sus hijos a la escuela militar, para que hiciesen carrera y, así, elevar su estatus social en la jerarquizada sociedad de este pueblo. Y de momento, y para esta historia, ya nos llegan estos tres estratos sociales.
Todo el mundo en el pueblo hablaba de la boda que se iba a celebrar en un mes en la Iglesia Castrense. La boda era de alto copete. Se casaban Milita, huérfana del comandante Don Amador de las dos Sicilias Pérez, cuyo primer apellido trajo la desgracia a la familia, monárquico y fusilado por este motivo en los primeros tiempos de la guerra, bajo consejo de guerra sumarísimo. El futuro esposo era Juanito Pita, hijo de Don Juan Leiteiro, que hizo una pequeña fortuna gracias al contrabando de tabaco y demás artículos que se agenciaba de los barcos militares que arrivaban a la ciudad y, añadida a sus otros negocios estraperlarios, no se sabía exactamente lo rico que podía ser Don Juan, nieto de la lechera que cada día venía a pie a la ciudad desde la aldea vecina de Esmelle, a unos 5 kilómetros de distancia, a vender la leche de dos vacas rubias gallegas que tenía arrendadas a Floro, al que, dicen las malas lenguas, pagaba el arrendamiento con su propio cuerpo. Pero todo esto son habladurías de pueblo llano en las cuales no entro ni salgo.
El caso es que Milita y Juanito iban a casarse. Este matrimonio convenía a las dos familias. La de ella porque así se uniría a su ilustre apellido los dineros que aportaba Juan, y la otra para subir su estatus social, gran preocupación de Don Juan, que a la vez que ganaba dinero ganaba también el tratamiento de Don.
Juanito estudiaba para guardiamarina en la escuela de Marín. lo cual, y siendo Milita hija del comandante de tan noble apellido, les daba perfecto derecho a casarse en la iglesia castrense. de la plaza militar.
La madre de Milita estaba muy atareada esos días, iba y venía de un convento a otro para encargarles a las monjitas el equipo de novia de su hija , El equipo de novia era muy importante; ya que de su riqueza en materiales y florituras dependía el hacerse ver con más o menos medios monetarios, a aquellas monjitas les encargaría la ropa interior de Milita compuesta por: 4 camisones con encajes de hilo fino, 6 toallas bordadas con las iniciales de los contrayentes, 4 juegos de cama, una colcha de ganchillo con los cojines a juego y varios manteles, número aún sin determinar, de 12 y 6 servicios. Cada convento tenía su especialidad en bordados, unos de mantelería, otros de ropa interior, a cada uno le encargaría lo que correspondía, sin herir a la madre superiora, no fuese a ocurrirsele subirle precio o bajar la calidad. Esto último poco probable, de todos es sabido, que en esta ciudad los 3 conventos que había, vivían de estos festejos, Y cuanto más luciesen sus trabajos en la exposición pública que se hacía de la dote de la novia más gente iría a pedirles sus servicios para estos menesteres.
También había que pensar en la colocación de los invitados en la iglesia, dependiendo de el valor del regalo. Para ello tenían la ayuda de Tía Fifi, cuyo ojo, único ojo , por cierto, valoraba los regalos en su justo precio. También corrían a su cargo las invitaciones. Tantas para los invitados que sólo irían a la iglesia y tantas para los invitados con derecho a piscolabis de después de la ceremonia. Pero de los entremeses ya se encargaba la familia del novio.
Pero de lo que más se hablaba y era de comadreo general. Era de las virtudes de Milita. Y de si su virgo estaba aún o no en el lugar que correspondía. La edad de Milita era de 24 años, habían venido de Cádiz al morir su padre, en las circunstancias que ya todos sabemos. Allí se sabía que Milita tuvo novio formal, hasta que el terrible suceso dejó a la familia tan mal parada. Faltaba, unas semanas para que se celebrase la boda de Milita con el aspirante gaditano. Se les veía pasear, hasta después de las 11 por las calles de Cádiz, excepcionalmente caluroso aquel año de 1936 en esa ciudad. Por lo que el clima daba para estar a tales horas de la noche por la calle. Pero ya sabe que las malas lenguas nunca se están quietas. Y ahora se preguntaban que hacían solos a aquellas horas.
Antes de este candidato, andaluz él, hubo otros muchos, que es lo que realmente molestaba a las muy puras y vírgenes jóvenes de la ciudad departamental. Y lo más comentado. Hacía poco tiempo había llegado un nuevo reemplazo de aspirantes a suboficiales a la ciudad y todos y cada uno de ellos se jactaba de haber estado con la futura novia a solas. Todo ello hacía que la honestidad y pureza de Milita se pusiese en entredicho. La madre de Milita se cansaba de responder que la hermosura de su hija hacia de ella una presa preciada para todos los hombres de Cadiz. Los padres de Juanito, intentaba limpiar el nombre de su futura nuera comentando, a todo el que quisiera oírles, que todas aquellos chismes que se decían de su futura nuera, eran pura envidia, algo habría de esto también.
El siguiente tema más cacareado, por las gentes de bien del pueblo. Era ¿Cómo había caído tan bajo Milita de las dos Silicias, casándose con el hijo de un hombre de tan bajo y oscuro linaje? El dinero lo lava todo. era lo que más se escuchaba. Otros defendían Milita, al fin y al cabo , Juanito estudiaba para oficial y pronto obtendría los galones. Y con el nuevo destino, seguramente en Madrid , todo esto quedaría enterrado en el olvido de la gran capital.
Así entre cotilleos y habladurías llegó el día de la boda. Les hicieron el túnel con sus espadas al salir de la iglesia los compañeros del novio, los invitados con derecho a comida dieron buena cuenta de las viandas que había conseguido Don Juan desde sus oscuros negocios.
De si Milita tenía o no su virginidad intacta, nada se supo. Ya que el único que podía saberlo sería el novio, y este no estaba dispuesto a divulgar las intimidades de su noche de bodas.
Lo último que se supo sobre este tema, fue un comentario que Milita hizo a su mejor amiga Marieta, días antes de la boda.
"Ya le he dicho a Juanito que jamás me vería desnuda, que lo que hay que hacer, bien se hace él con pijama y yo con camisón"
Fin
2 comentarios:
No era lista ni nada la Milita esa!, ja, sabía ella poco!
La verdad es que en esa época de todas estas convenciones sociales se nutría el comadreo, supongo yo que como no había tele para cotillear en los reality shows, de algo habría que hablar...
La verdad es que los de clase media acomodada vivirían bien, pero muy encorsetados y con una doble moral continuamente. Los pobres comerían menos, pero yo creo que se pasaban muchas de esas cosas por el forro. Claro que después con tanta iglesia y tanto cura, todo el mundo se volvió bastante mojigato.
El comadreo se daba en todas las clases sociales. Pero bien es cierto que antes del franquismo , las clases sociales bajas, no le daban tanta importancia, a las cuestiones de si ella era virgen o no.como las clase media. Hablo de aquella época, claro.
Después con la dictadira todo cambio, al menos de puertas para fuera. POrque os palleiros se seguian usando igual jajajajajaja
Esa clase militar de la que hablo, no es que fuesen ricos, ni mucho menos, era más apariencia que otra cosa. Y ya no tanto en aquella época , sino en mi propia época también sucedía esto, hablo de cuando yo era adolescente, no hace tanto tiempo de esto jajajajaja,
Aquí, había, y creo que sigue habiendo, un club de oficiales, o mejor dicho dos, otro para suboficiales, y otro para cabos. Y si no eras de esta jerarquía militar, no podías entrar. Ni falta que hacía, porque yo entré en alguno de ellos. Y la verdad es que tanto pijo junto, me hacía ponerme mal de los nervios. jajajajajaajajajYo podía entrar en el de subofiales, si quería tenía "derecho" Y tuve bastante trato con hijos de militares. Pero se notaba que yo no era de su condicion social. Y estoy hablando de los años 80 de nuestra era jajajaja
Bueno no me enrollo más.
Publicar un comentario