Nuestro periplo por La Bretaña empezó en La Coruña.
Atravesamos Galicia, nuestra primera meta estaba en Valladolid, lo único que se me
ocurre de este primer trayecto es el calor que pasé, la pérdida del móvil de Zel, allá por las
Vegas del Valcárcel,
y poco más ¿Ya di
je que pasamos much
o calor?
En Valladolid nos
esperaba el tren que nos llevaría hasta Poitiers. Allí nos afinamos los 4, mejor dicho, los
5 hasta que Zel se fue para su compartimiento. Creí que ya no existían trenes de este tipo,
así… tan… tercermundistas. La última vez que pillé un tren de este tipo, tenía para mi sola el mismo espacio que había allí
para los 4.
A las 6 de la mañana estábamos
en Poitiers. Después de esperar un rato a que abriesen la oficina del alquiler del coche, tomarnos un desayuno, e ir entrando en
contacto con los precios franceses. Por fin, teníamos nuestro coche.
La siguiente etapa era Nantes.
Nantes es una bonita ciudad, muy dinámica y abierta. Por allí
estuvimos dando vueltas, el Passage Pommeraye, preciosas galerías comerciales, El
Castillo, el barrio que lo rodea, para comer. El calor continuaba, pero ya se llevaba de otra manera.
Esa noche dormimos en el Hotel Aparté, que si, un poco apartado estaba. Creí leer en
alguna parte que tenía aire acondicionado, pero cuando le pregunté al chico multiusos, no
había. Una de las habitaciones que nos dieron estaba sin preparar, la otra no le
funcionaba la cisterna, todo ello arreglado rápidamente por el multiusos. Menos el aire. El desayuno, en mi opinión no
estaba mal, sobre todo porque allí estaba chico multiusos, que hacía de recepcionista,
camarero de petit déjené, arreglador de cisternas, lástima de un gran abanico, entonces
sus multifunciones serían total. Muy guapo, por cierto
Y allá que nos dirigimos hacia
Cancale, en busca de Mesieur Chapin. Allá aparece él, cuarentón de buen ver, y dueño de la casa que alquilamos por
aquellos andurriales.
Al parecer y según una vecina estaba en el Tape-cule (
Imaginamos que estaba tomándose unas tapas)
Después de muchas preguntas
, todas ellas, atropelladas, y un mix-mix de spanglish al estilo galo, nos deja las llaves de la
casa, tomamos oficialmente posesión de ella. El colchón del cuarto de la lavadora, pasó a
formar parte del decorado del comedor, buen servicio hizo. Llenamos las alacenas con
nuestras provisiones, metimos las narices en cuanto rincón había en la casa. Sorteamos las camas, me tocó dormir sola. Je
je je . La casa era de tres plantas. En el bajo estaba la cocina y el salón comedor, en la
1º estaba el cuarto de las 3 marías, y en la buhardilla el nidito de amor de la parejita.
Una casa típica de pescadores, algo desconchada, algunos remiendos aquí y allá como si de una red de pesca se tratase,
pero eso si, muy acogedora.
Ese día, sábado, dimos una
pequeña gira por Cancale, para ir tomando contacto con el pueblo, en principio, no estaba mal.
Al día siguiente, domingo, empezamos con las excursiones. La primera sería.
Dinan, un pueblo interesante para callejearlo, entrar en sus tienditas ( a quien le guste),
descubrir sus rincones, que son muchos. Y hacer que el pueblo te descubra sus secretos.
Después de comer en Dinan, nos fuimos a Becherell, pueblo literato, ya que en la mayoría de
sus casa hay una librería, en algunas de ellas también se puede tomar un te o un refr
esco al precio de 3.50 €. En la que nos metimos nosotros, se notaba que la señora era
amante del coleccionismo, de toda clase de cosas.
Esa noche cenamos en Cancale, nuestra segunda y última
gallete, que para prueba ya llegaban con dos; aunque a alguna no le llegó con dos y
quiso probar otra, pero esta es otra historia.
El lunes teníamos muchas
cosas que ver. Empezamos por Saint Maló. Pero antes hicimos una paradita en un esteiro
(estuario), en cuya desembocadura había una bonita playa de arenas blancas. Esta ciudad no me gustó
mucho, demasiado turisticaza, mucho bareto para turistas, aunque a alguna le fascinaron
sus tiendas, al parecer de muy buenas para ir de compras. No hay que perderse las puestas de
sol, espectaculares, aunque como ya dije en otra ocasión hay que ir libre de espirito y
con las contras cer
radas.
Saint Briac pueblo playero, una
gran playa y todo el pueblo volcado sobre esa playa.
Cabo Frehel, aquí empiezan a
verse los acantilados de granito rosa, peculiar color del granito de esta zona. Debe ser una de las zonas “escarpadas” de La
Bretaña, y para eso no mucho. Me gustó este cabo, con ese color rosado, sus dos faros y el
inmenso océano, llano (imagino que no siempre estará tan plano) haciendo juego con
tierra adentro.
Y hoy es martes, por tanto esto es Saint Michael.
Saint Michael es una isla
rocosa, está unida a Francia por una carretera, aquí es la frontera entre Normandía y La
Bretaña
Encima de la roca construyeron una abadía, donde vivían tan
ricamente, y nunca mejor dicho, unos frailes benedictinos, antes fue lugar
de culto al sol por los galos. Pero ya se sabe lo que hicieron los cristianos con todos los lugares dedicados a otros
dioses durante su expansión.
Aparte de la complicación de hacer esa abadía encima de la
roca, lo que más me llamó la ateción de este lugar fueron dos cosas: La marabunta de gente
que había, casi no se podía caminar. Y otra que era la manera de bajar y subir la
marea en esa zona, Y en Galicia también hay grandes mareas, pero como aquellas, no. La roca se convierte en isla o en
península, ni siquiera eso, en promontorio terrestre, dependiendo si la marea está
alta o baja. Esperemos que arreglen pronto ese puente, que hace que los sedimentos se
queden parados, estropeando el habitat y el paisaje de la zona.
Después de la visita de abadía, salimos pitando de aquel gentío. Fuimos a comer a Aubergue de Mere Poulard
(madre que lo parió, diría yo), lo pongo, por si leéis esto, que no vayáis, mala cocina, trato
con los clientes pésimo, tardan una eternidad en servir, sirven 1º a los franceses, en fin las
tienen todas, pero cobrar cobran eh? Y ahí arnoia, pidió las andouilles esas, en una
gallete ¿Llorar o reír? He ahí el dilema. En fin, mejor es irse a Doll de Bretagne, donde había unos bonitos restaurantes y
está a un cuarto de hora aproximadamente de Saint Michael.
Es muy interesante visitar los menhires que hay por la zona.
Nos reímos un poco con unas señoras que estaban sentadas en un banquito contemplando el falo inhiesto que se erguía irreverente ante nosotros, algo por el estilo debimos de decir, que las señoras, francesas ellas entendieron perfectamente, y se partían de risa. Allí se puede una imaginar a Obelix llevando en sus espaldas semejante piedra.
Ya seguiré en otro momento.