jueves, 10 de mayo de 2007

UNA GALLEGA EN RUSIA

UNA GALLEGA EN RUSIA
Una gallega en Rusia I
Estas son las aventuras y de tres amigos a los que les gusta viajar. En esta ocasión nos llevarán a conocer Rusia.

Hay ocasiones en las que una persona se ve tan frágil e indefensa ante una situación, que las reacciones a las que se ve arrastrada, pueden dar lugar a risas y chanzas por los que tiene a su alrededor; sin pararse a pensar que, ellas mismas, podrían ser protagonistas de ese mismo enredo. Así, que les rogaría, no se rieran de los percances que le sucedieron a esta colega en un país lejano, cuyo idioma desconocía.
La expedición de intrépidos viajeros, estaba compuesta por dos chicas y un chico. Habían elegido este país como destino de sus vacaciones, porque ya estaban hartos de ir a lugares turísticos, llenos de personas afanándose en sacar fotos, hasta de un funeral. Querían algo nuevo y diferente. Después de lograr la odisea de conseguir los visados, ya no había marcha atrás. La suerte estaba echada.
Eran las seis de la mañana, hora local, cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de la capital del país. En cuatro horas que había durado el viaje en avión, ya curioso de por si. Les dio tiempo a cenar, dormir y entablar conversación con sus vecinos de asientos, la mayoría nativos del país al que llegarían en unas horas. Este hecho les motivaba a relacionarse con ellos y así, ir conociendo: costumbres, lugares, comidas y alguna que otra palabra de aquel idioma desconocido.
Al salir del aeropuerto, lo primero que tenían que hacer era llegar al hotel. Un enjambre de taxistas ofrecía sus servicios
-¡Taxi! ¡Taxi!- idioma internacional. No era tan difícil entenderse
Los tres amigos con caras de gilipollas, declinaban la invitación, moviendo de izquierda a derecha la cabeza. Alguien les había dicho en España, lo sencillo que era viajar en aquella ciudad.
- Cogéis el autobús número 7, en la cuarta parada os bajáis. Cogéis el tranvía 552, en la séptima parada os bajáis. Allí encontráis la estación de metro. Y con dos transbordos, uno de cuatro paradas y después el circular en la quinta parada. Ya estáis en las cercanías del hotel. Total, tan sólo tardaréis unos quince minutos andando, desde la estación del metro hasta la puerta del hotel. Mirad aquí tenéis un plano que os indica el camino. No hay pérdida- Tan fácil parecía, que se decidieron por esta opción, tan sólo por ahorrar unos dineritos, que les vendrían muy bien después para sus gastos.
El trayecto en autobús, había sido perfecto. Todo fue tal y como se lo habían contado en España. Ningún tropiezo les había retrasado. Ésto les dio ánimos para seguir su camino al hotel en metro
Lo primero que descubrieron al entrar en el metro, fue que, el alfabeto, no era el alfabeto latino de toda la vida, se lo habían cambiado por otro que desconocían, esto no entraba dentro de sus planes. No, no había letreros en los dos alfabetos, tan solo, él de ellos ¿Cómo sabrían en qué estación debían pararse? El chico, siempre optimista, dijo
- Chicas, Vamos, No os preocupéis. Preguntando se llega a cualquier parte.
-Si, si pero ¿En qué preguntamos?
- En inglés, ya verás
- Mr, Mr Plis
El Mr pasó de largo, sin mirar siquiera para el chico
- Bah, Sólo ha sido el primer intento. Mirad. Allí hay un poli
Sin decir nada más, el joven, que llamaremos Carlos, se fue directamente al policía.
- Plis Mr Can llu jelp me? ( Por favor, Señor ¿Puede ayudarme?)
-что захочет этот?(¿Qué querrá éste?)
-Gui guont a map of de metro in rusian (Queremos un mapa de metro en ruso)-Decía Carlos, señalando el plano que llevaba en la mano y resaltando Rusian
- Pues, no entiendo nada- Decía el policía en ruso. Mirando el plano con atención. -¿A dónde querrán ir ? Qué letras más raras tiene este plano.
Entonces el policía, le hizo una señal que lo siguiese, Carlos, miró hacia donde estaban sus compañeras, con una sonrisa y afirmando con la cabeza.
Mientras, ellas se quedaban asombradas
-Parece que se han entendido
Carlos y el agente de la ley se dirigían hacia un quiosco cercano. Donde, el policía habló algo incomprensible con el quiosquero. Este cogió un pequeño plano del metro, con los caracteres cirílicos, de su bolsillo.
- Si- Dijo Carlos al verlo. Mirando alternativamente su plano y él que el poli le mostraba. Localizó la estación cercana al hotel en caracteres occidentales y buscó en caracteres cirílicos.
- пять рублей-(cinco rublos) Dijo el quiosquero, mostrando los cinco dedos de su mano
-¿Cinco paradas? No, no son cuatro paradas y después en el circular en la quinta. Pero, primero son cuatro paradas- Decía Carlos con los cuatro dedos de su mano hacia arriba- Four stops
El policía y el quiosquero se miraron,
- Bueno, sácale cuatro- dijo en ruso el vendedor
- Son cuatro rublos, el mapa.- Dijo el agente mirando a Carlos, cogiendo una moneda de su bolsillo y mostrándosela, señalando al mismo tiempo el mapa.
Mientras, Carlos, miraba al uno y al otro con cara de entenderlo todo.
-!Ah¡ Vale, cuatro rublos.
Le tendió un billete de veinte rublos al quiosquero, el cual, le dio la vuelta en monedas, catorce rublos. Entre que no conocía muy bien la moneda y el Policía levantaba el dedo pulgar hacia arriba, Carlos quedó conforme, aunque no muy convencido.
El policía, muy amable, le señaló la ventanilla, donde despachaban los billetes. Diciendo
-Tiket, tiket
Carlos se encaminó hacia las chicas, ellas, le esperaban, sentadas sobre sus maletas.
-¿Veis? Ya está. Hasta tengo un plano del metro en cirílico. Ya veréis ahora que fácil es.
Las chicas, entonces, metieron la mano en su bolsillo, Sacaron tres tikets por cinco viajes cada uno y sus respectivos planos de metro, en ambos caracteres,
-¿Cuánto os han costado los planos? Con uno nos llegaba. Y yo, ya tengo el mío
- ¿Los planos ? Nada. Con los billetes puedes coger los que quieras, gratis. Mira.
Y le señaló la ventanilla, en cuyo exterior había un montoncito de planos de metro. Para quien quisiera, cogiese uno.
- Vaya, ya me han timado seis rublos, creo
-¿Te han cobrado seis rublos por ese viejo plano, lleno de dedos de grasa? Pero si casi no se lee nada.
- Anda, anda Ven con nosotras y no te separes. No te vayan a vender a ti también.
Metieron sus tikets por la ranura situada en la parte frontal del dispositivo de los viajeros y los recogieron por arriba, Las portezuelas se abrieron, y atravesaron el mecanismo de entrada al metro de Moscú.
Ya en los andenes, se pusieron a descifrar los letreros que allí había. ¿En cual de los andenes había que situarse? Él que iba a la derecha o a la izquierda? Después de discutir un buen rato, sobre qué camino habían de tomar. Se decidieron a tomar el de la derecha. Encontraron un nombre que se asemejaba mucho a la parada en la que debían bajarse. Cinco paradas y estarían en la línea circular. Las estaciones pasaron, una, dos... Y el metro no se movía. Estuvieron un buen rato esperando. Hasta que, un revisor, les indicó que el metro se había acabado. No había más paradas. ¿Dónde estaban las otras tres? No era el lado derecho donde debían haberse situado. Era el izquierdo. Sólo cambiaba un acento, el nombre de las paradas. Carlos , siempre animoso, les dijo.
- No os preocupéis, ahora iremos bien. Nos pondremos en el otro andén y tendremos que pasar siete paradas. Y ya está. Total tenemos tiempo. Y no siempre todo sale bien a la primera. Vamos.
Cogieron las maletas y salieron de ese vagón. Tomaron el camino de salida, bajaron unas escaleras automáticas, subieron un tramo de escaleras a pie. Las maletas cada vez pesaban más. El cansancio iba haciendo mella en ellos. Y no daban con el hotel. ¿Cuánto tiempo había pasado? Pues, dos horas, eran las ocho de la mañana y cada vez se alejaban más del lugar de destino.
Llegado este punto a una de las chicas, se le ocurrió decir
- ¿Por qué no tomamos un taxi? Estoy cansada
- ¿Cómo un taxi?- Dijo Carlos- Si eso es lo que querías, pudiste coger un viaje organizado a Tenerife. Te recogerían en el aeropuerto y te dejarían en el hotel.
- No creas que no hubiese sido una buena idea. Estoy más que harta de este metro.
- Venga, mujer. Es bien cierto que, si ahora cogemos el tren que va en sentido contrario, siete paradas. Y estaremos en la línea circular. Desde allí, pensaremos lo que hacemos.
- Bueno, de acuerdo. A ver si viene ese tren de una puñetera vez.
A los cuarenta y cinco minutos llegó el tren. Entraron y se acomodaron.
- Acordaos siete paradas y nos bajamos-
-Si- respondió una
-Eso- afirmo la otra.
A la media hora llegaron a su parada. Los tres como un mismo resorte, se levantaron, cogieron sus maletas y salieron con paso firme del vagón. Una multitud de gente se agolpaba en las entradas del tren. Salieron a trompicones. Una maleta se enganchó en el hueco, entre el vagón y el andén. Un fuerte tirón y Crash, una de las ruedas del troiler cayó a las vías. Menos mal que la maleta se salvó. El tren comenzó a andar y la rueda debió formar parte de los engranajes de la maquinaría. Y una multitud de personas apuradas iban y venían en todas direcciones. Se arrimaron a una columna, los tres apretujados. Mientras la riada de gente no cesaba de pasar a su alrededor. Las dos chicas dijeron a la vez, como una sola voz
- !Taxi¡
- De acuerdo- dijo Carlos- Pero, total, ahora, Ya lo tenemos controlado. Sólo son cinco paradas más. Después podemos coger el taxi hasta el hotel.
- Mira, son las diez de la mañana. Entre que nos perdemos y no nos perdemos, Darán las dos de la tarde. Ahora hay que cargar con la maleta. Mejor nos salimos y pillamos un taxi.
- Bueno, pues cogemos el taxi. Porque estamos cansados, de no dormir, que si no, ésto era pan comido
- Vale, lo que tú digas. Pero de momento vamos a por el taxi.
Salieron del metro, cargando con la pesada maleta al hombro. Al pisar la calle, por fin, aire puro, llenaron sus pulmones. Allí cerca había una parada de taxis. Les habían contado que en Moscú circulaban dos tipos de taxis, los oficiales y los otros. De los otros, les habían contado mil batallas. A sus ojos, casi les parecían piratas de la carretera, dispuestos a atracar a los primeros viajeros desprevenidos que subiesen en ellos. Había tres automóviles, dos de ellos no tenían a nadie a bordo. El tercero un viejo Ford destartalado. Preguntaron precio.
- ¿Cuánto hasta aquí?- Señaló una de las chicas el punto, donde ponía hotel, en el plano.
El taxista, escribió., en una orilla del mapa, 200
- No, no Mucho, 100 Escribió la muchacha
- Niet- dijo el taxista, y escribió 150
- 125- escribía la chica, mientras pronunciaba muy lentamente estas palabras en castellano
- Ok- dijo el taxista
Hizo un ademán con el brazo de, adelante. Abrió la puerta trasera y cogio una escoba partida por la mitad. Se dirigió hacia el maletero. Levantó el portón, barrió un poco aquel polvoriento espacio, puso la escoba a modo de soporte para que la puerta no se cerrase y comenzó a colocar las maletas en el lugar que les correspondía. Las muchachas se sentaron detrás y Carlos al lado del conductor, hombre fuerte y alto de unos cincuenta años.
El coche se puso en marcha. Dos o tres estruendosos plof, plof. Y empezó a rodar. Al cuarto de hora se encontraban en la puerta del hotel. Éste estaba situado en la última planta de un edificio de 10 pisos. Se dirigieron hacia el ascensor y.............. Si, funcionaba ¿Qué os creíais?
Y todo esto les ocurrió el primer día en Rusia. Esperad a conocer el resto de la aventura.

Ya tenemos a nuestros amigos instalados en el hotel. Después del cansacio acumulado esa mañana, el viaje , los seiscientos kilómetros que habían recorrido antes desde su casa hasta Madrid para coger el avión y sus últimos días de preparativos del viaje. Estaban tan cansados, que lo primero que hicieron al entrar en la habitación fue, dejarse caer en sus respectivas camas. Un profundo sueño les inundó durante tres horas.

Serían las tres de la tarde cuando empezaron a despertarse. Después de una relajante ducha, ponerse guapos y comer algo. Se decidieron por ir a investigar los alrededores del hotel. No había nada en especial, una gran avenida con edificios a un lado y a otro, sin mayor interés. Salvo uno, la embajada de Tanzania, colindante al hotel. No por su estructura, sino por los personajes que de ella salían. Gentes vestidas con las indumentarias típicas de su pais de origen, algo muy exótico, incluso para una gran capital como es Moscú. Y llamativo para los tres viajeros..

Así, decidieron ir hacia la zona turística de Moscú: Plaza Roja, Basílica de San Basilio, Kremmlin etc. Para ello tenían que volver a coger el metro. No, no eran tan torpes como para volver a equivocarse, al menos en esta ocasión. Llegaron a la Plaza Roja sin ningún tropiezo. Allí disfrutaron de la hermosura de esta plaza. Mirando de frente, la Basilica de San Basilio, enorme, con sus cúpulas en forma de globo, flanqueaban la plaza, de forma cuadrangular, dos emblemáticos edificios, a la izquierda los Grandes Almacenes Estatales (GUM), a la derecha el kremmlin. Los tres amigos pasaron la tarde por las inmediaciones de aquel lugar

Ya entrada la noche, volvieron al hotel. No sin antes; como buenos viajeros que, gustan de compartir las costumbres de los habitantes de los lugares que visitan, comprarse unos botellines de "pibo" (Cerveza) Así llegaron al hotel, fascinados por lo que, sus ojos, habían visto.

LLegado este punto y antes de continuar. Explicaré un detalle importante sobre el hotel y alojamiento que estos viajeros utilizan para sus viajes. No son tales hoteles, son albergues usados por multitud de gentes. Y a los cuales, hay que ir con unas predisposiciones especiales. La primera es que no encontrarás lujos, la segunda es que compartirás habitación con personas desconocidas, la tercera, y más importante, estarás dispuesto a hacer una fiesta cada noche con los demás habitantes del albergue. No siempre encuentras a personas que entiendan el español, diría que, prácticamente imposible. Así, hay que poner en marcha la maquinaría del idioma internacional: El sapanglish afrancesado con tintes de ruso, en este caso, y mucho, mucho manejo de manos.

Debían de ser las diez de la noche, cuando se dirigieron hacia la sala común. Allí, había una animada reunión de jóvenes, hablando en diferentes idiomas. Al entrar nuestros amigos en el cuarto, vieron que, al fondo, había un balcón. Desde allí, había una fantástica panorámica de Moscú denoche. Pronto se les unieron otros muchachos. Y allí, pibo en mano, se forjaron amistades que, en algún caso, aún perduran.

Al día siguiente, visitarían un parque... Pero esto ya es otra historia

Una gallega en rusia II

Una gallega en Rusia (2)
Pi pi pi Sonaba el despertador a las siete de la mañana en el cuarto de los tres amigos. Una mano lo apagó. Se oyeron los roces de los cuerpos con las sábanas. Y algún que otro bostezo.
- !Ala¡ Chicas arriba- Se escuchó la voz de Carlos, un tanto ronca.
- ¿Quién va primero al baño?- Dijo una de las amigas
-Yo voy- Y Carlos ya se había levantado y paseaba por la habitación en calzoncillos
Así, uno detrás de otro, los tres pasaron por la ducha.
Al fondo del pasillo había una puerta abierta, a la que acudían los habitantes del albergue a buscar el desayuno. Allí, se dirigieron ellos también. Saludaron a algunos de los chicos con los que habían charlado la noche anterior. Recogieron su comida, y se fueron a la cocina, en la cual, encontraron todo lo necesario para hacerse unos cafés, tes etc.
Mientras desayunaban se pusieron a conversar con los otros muchachos que estaban preparándose el almuerzo. Se explicaron unos a otros lo que iban a hacer ese día. Ellos contaron sus planes de ir al parque Bitsevskiy aquella tarde. Por la mañana se enterarían de cómo visitar el Kremmlin. No era tan fácil como parecía.
Salieron del albergue muy animados. Su primer destino de hoy, era El kremmlin. Llegaron a la estación, ya tan familiar, cogieron el metro y arribaron sin ningún contratiempo, se apearon y salieron a la calle. Se dirigieron hacia los jardines colindantes al grupo de edificios que conforman este monumento. Largas colas de espera se podían ver ya desde lejos. Oyeron a unos chicos.
- El nuestro es un grupo de 30 y la guía no habla español. Lo oiremos en francés
Al oír hablar castellano, los tres se miraron,
- ¿Les preguntamos?- Dijo María. Así se llamaba una de las chicas. Y para matar dos pájaros de un tiro, diré que la otra se llama Loli. Hechas las presentaciones, continuemos
- Si- Respondieron los otros dos
- Hola ¿Sois españoles? ¿Verdad?- interrogó Loli
-Si, si- Contestó uno de los integrantes del grupo
- Queríamos preguntaros ¿Cómo hay qué hacer para visitar el Kremmlin?
- Pues mirad. Llevamos 3 días intentándolo. Y creemos que hoy, por fin, lo lograremos.
- !Tres días¡- se admiró Carlos- ¿Cómo es posible?
- ¿Acabáis de llegar a Rusia? ¿Eh? Pues ya podéis armaros de paciencia. Aquí las colas están a la orden del día. Por todo hay que hacer largas colas. Pero, bueno. Ya lo iréis viendo- Respondió el paisano.
- Bueno, pero ¿Para entrar al Kremmlin?¿Se coge entrada?¿Es esta la cola?
- No, no. Lo primero es buscar una guía que os coja las entradas. Las guías os pondrán su tarifa. Las hay en varios idiomas. Nosotros no hemos encontrado ninguna que hable castellano. Después, si tiene un número que a ella le convenga de personas, os hará el recorrido por el recinto, explicándoos la historia y demás. Pero lo principal es encontrar una guía, casi todas mujeres, que os consiga las entradas.
- ¿Y dónde la encontramos?- Preguntó Carlos
- Más bien os encontrará ella a vosotros. Para conseguirla, tenéis que venir más temprano. A estas horas, casi todas tienen ya sus grupos formados, un máximo de treinta personas por grupo.
-¿Cómo nos encontrará?
- Vais paseando por los jardines y se os acercan preguntando si queréis ver el kremmlin.
-Gracias chicos, lo intentaremos otro día entonces
- Que tengáis suerte
- Hasta luego
- Abur.
Los tres amigos se retiraron de la cola.
-Habrá que madrugar más- Dijo María
- Si- Dijo Carlos
-¿Os parece que vengamos mañana? Podemos desayunar por alguno de estos bares de ahí enfrente
- Si, de acuerdo.
- Bueno, ahora nos vamos al parque... ¿Cómo se llamaba? Ya estoy un poco harta de tanta ciudad. Ala Carlos, veamos como se nos presenta el metro. Despliega tu plano logístico, con dedos incluidos jajaja.
-Parque Bitsevskiy- Informó Carlos- Este plano tiene historia. No te rías María. Será un bonito recuerdo
- Un timo diría yo- Dijo Loli- He traído el mío, por lo menos se ven las letras.
- Mirad, chicas, es fácil. Lo he estado estudiando la noche pasada, con el chico brasileiro.
- Que bueno estaba- Dijo Loli
- Bah, a mi me gustaba más el italiano. Esas melenas, esos ojos
- Niñas, niñas. No nos desviemos del plano.
- Pareces un sargentón, Oye ¿Qué pasa, la belga no te hizo mucho caso?
- Bueno, bueno a lo que íbamos. Para llegar al parque Bitsevskiy. Hay que ir hasta la circular, desde aquí son tres paradas. Después cambiamos a la línea azul y cinco paradas. Tomamos la línea marrón y seis paradas. Y ya está
- Vaya lio ¿No? ¿No hay alguna manera de ir en autobús? Me gustaría ver Moscú por arriba- Dijo María
- No- respondió Carlos- En autobús tardaríamos mucho tiempo.
- Es que a mi... el metro, me da un poco de yu-yu- Dijo María- Tan profundo, tantas paradas, tantos transbordos, tanta gente.
- Está todo controlado- Aseguró Carlos- fiaros de mi por una vez
- Si te cuelas esta vez, te quitaremos el plano de los dedos, es decir, el bastón de mando- Dijo María.
- Venga, hasta ahora no lo he hecho tan mal. Mujeres de poca fe
- Ya, ya- Dijeron las dos a la vez.
-!Vamos¡ !Vamos¡ Mirad que hora es. Ya son las once y nosotros aún aquí- Apremió Carlos, tomando el camino hacia la entrada del metro.
- Carlos, espera un momento- llamó Loli- ¿Y si allí no hay ningún sitio para comer? Mejor compramos algo aquí.
- ¿Cómo no va a haber? Seguro que hay chiringuitos de comida por todas partes. No perdamos más tiempo.
- Bueno, nosotras compraremos algo aquí. Tu haz lo que quieras- Las dos se dirigieron hacia un puesto de comida rápida típicamente rusa. Cogieron una especie de hojaldre envuelto, relleno de toda clase de verduras y carne, con salsa tártara. Al menos, eso les pareció a ellas.
- Venga ¿Habéis acabado ya?- No llegaremos ni a las doce de la noche.
Por fin en el metro. Se encontraban en el último tramo. No les quedaba nada para llegar al parque
- Sólo a vosotras se os ocurre. Cargar con la comida. Pero si allí seguro que hay de todo.
- Después si no hay. No te atrevas a pedirnos nada ¿Eh? Sólo te daremos si llevas un rato tú la bolsa.
- Ni pensarlo, vosotras sois las encargadas de carretarla. Además, allí habrá donde comprar. Paso de cargar con ella. Ya llevo bastante carga con dos mujeres como vosotras.
- No pienso darte nada comer. Y ya va siendo la hora. Y con nosotras no cargas. Andamos solitas- Se enojó María.
Llegaron a la parada con el nombre del Parque. Allí se apearon. Cuando se va en metro no se sabe muy bien qué se va a encontrar en el exterior. Al salir a la calle, vieron una gran avenida. Edificios a un lado y a otro. Ni rastro del parque Bitsevskiy.
Se miraron los tres buscando una solución, cada uno, en las caras de los otros.
Al fin, Carlos, dijo.
- Preguntemos en aquella parada de autobús. Los tres se dirigieron hacia el lugar.
-¿Bitsevskiy?- Preguntó Carlos a un señor trajeado. Mientras con el dedo, señalaba hacia el suelo. El hombre hizo un ademán de no entender. Carlos sacó un plano de su mochila, y le señaló el parque, que venía indicado con un arbolito al lado del nombre.
_Da, da (Si, si)- Dijo el señor, señalando ese parada. Se dirigió hacia un panel de horarios y números de autobuses. Puso su dedo sobre el número 15.
-Carlos ¿Cuándo debemos bajarnos?- Pregunto, una de las amigas
Carlos se puso de cara al señor, cogió un volante virtual y se puso a conducir un autobús. Paró el vehículo imaginario, y levantó un dedo, Volvió a ponerlo en marcha, lo detuvo, levantó dos dedos. Así, hasta siete veces, fue entonces, cuando el hombre pronunció la palabra mágica
-!Stop¡
- Bien, chicas. Debemos coger el autobús, número quince y bajarnos en la séptima parada.
- Si que está lejos el parque- dijo María
-Así veremos un poco de la superficie de Moscú, por lo menos no hay que coger metro- Contestó Loli
El autobús llegó a los pocos minutos. El señor del traje, les avisó muy amablemente. Subieron en él. giró a la derecha en la siguiente esquina, enfiló por una calle de doble sentido, la cual estaba flanqueada por una alta muralla a los dos lados, por encima se veían las copas de los árboles
- Ala, veis, debe de ser el parque. Es enorme, pasaremos un agradable día. María, dame la guía, vamos a informarnos sobre qué podemos ver en el parque- María le pasó el libro. Carlos leyó sobre una iglesia y algo de Iván el terrible. Las paradas iban pasando, por fin la séptima. Bajaron del bus. Pero, no veían la entrada por ninguna parte. Seguía la muralla, convertida en setos inexpugnables y muy altos. Nadie pasaba para preguntar.
-¿Y ahora? ¿Por dónde entramos? No veo ninguna puerta.
-Mirad, por allí viene un hombre. Le preguntaremos. La entrada al parque no debe estar lejos.
- Tengo hambre- dijo Loli.
Carlos le echo una mirada fulminante que la hizo callar momentáneamente
El señor se acercaba lentamente. Estaba ya a escasos metros. María se acercó a él con una amplia sonrisa
- ¿Parque Bitsevskiy?
El señor señaló los árboles
- ¿Cómo le preguntamos por dónde se entra?- Dijo María
Entonces Loli, hizo el ademán de saltar por encima de los setos. Después con su dedo índice y la cabeza a la vez, hacia la señal de negación Y le ponía una cara de tonta al ruso. El hombre también decía que no.
-Bus- Dijo el señor. Se dirigió hacia donde se habían bajado los chicos y señaló el autobús numero quince. Después levantó nueve dedos.
¿Cómo era posible? Habían ido en dirección contraria.
-Aquél hombre del traje se debe estar riendo de lo lindo. Nos ha mandado en la dirección opuesta- Dijo María
- O es este quién nos engaña- Afirmo Carlos
- Bueno, aquí no hay ninguna entrada. Eso es un hecho. Creo que lo mejor es volver al punto de partida.
- Bueno, cogeremos el autobús otra vez. Y le preguntaremos al conductor. Seguro que él no nos engaña- Dijo María- Creo.
Los tres estuvieron de acuerdo. Dieron las gracias al hombre y esperaron en la parada. Esta vez, al otro lado de la avenida.
Llegó el autobús, Los tres se subieron. María encontró un asiento libre al final del autocar y se sentó en él. Mientras Carlos y Loli se quedaban en la parte delantera, preguntando al conductor. Pasaban las paradas. El autobús se iba llenado. Llegó la novena parada y María ya no veía a sus amigos. Empezó a preocuparse. No sabía si debía bajarse aquí o continuar en el autobús. No sabía si sus amigos continuaban en el vehículo. La gente se apretujaba a su alrededor y no podía ver la parte delantera. Se levantó de su asiento y gritó
-! Loli¡ ¡Carlos¡
No hubo respuesta. El autobús se puso en marcha de nuevo ¿Dónde estarían sus amigos? imposible ir hacia delante con tanta gente. Miró hacia fuera. No se habían bajado en esta parada. Debían estar sentados delante, porque no veía ni sus cabezas. Otra parada. Nadie se bajaba y el autocar seguía llenándose. Decidió bajarse allí mismo. Sus amigos se habrían bajado en otra parada y la estarían esperando. No había mucha distancia de una a otra.
- Sorry, sorry- Iba diciendo a los rusos.
Se abrió paso y bajó del bus. Una vez abajo. Echó una carrerita y se planto en la parte delantera del vehículo. Allí seguían sus amigos. Intentó volver a subir. Demasiado tarde. El conductor arrancó el autocar. Se quedó mirando como el coche se alejaba de ella por la avenida.
- !Joder¡- Gritó
A unos doscientos metros el autobús puso el intermitente hacia la izquierda. Fue entonces cuando se echó a correr detrás de él. Si lo perdía de vista…No quiso pensar en ello, le horrorizaba la idea. Llevaba unos 20 metros de carrera, cuando vio con gran alivio que el autocar cogía la misma avenida, pero en el otro sentido. Dio media vuelta y se lanzó a correr en dirección contraria. El Bus la adelantó. sus amigos continuaban en el interior. Casi sin aliento, veía como iba perdiendo terreno. Tuvo que parar en su carrera para tomar aire.
-intermitente a la derecha. No te desvíes por favor- Suplicó
Sólo era una parada. Pero sus amigos no se bajaron. Continuó corriendo.
- Otra parada. No se bajarán esos condenados-Iba farfullando.
Si, allá a lo lejos vio a Carlos y a Loli. Paró de correr. Ya no podía seguir a ese ritmo. Comenzó a caminar por la acera. Cada vez veía a sus amigos más cerca. El autobús se perdió de vista torciendo a la derecha por una bocacalle. Ya sólo tenía que cruzar la avenida y se reuniría de nuevo con ellos
- !María, María¡- Gritaban los dos a la vez.
-¿Pero dónde te has metido?
Al llegar al lado de sus compañeros se abrazó a ellos y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Cuando la llorera se le pasó y pudo hablar, dijo
- Os perdí de vista en el cacharro ése. Y cómo no sabía dónde bajarme, pues lo hice donde me pareció
- Pero mujer. No veías que no nos bajábamos- Dijo Carlos abrazándola.
-Pues nosotros te chillamos. ! En la once, María, en la once ¡ ¿No nos oíste?
- Yo qué iba a oír, con el ruido del motor y la gente, no se oía nada.
- Creíamos que seguías en el autobús. Y al llegar a la parada. Volvimos a gritar. ¡Aquí, María aquí!. Pero tú no bajabas. Pensamos que te habías quedado en el bus- Dijo Loli.
Entonces te vimos correr- En ese momento los dos amigos , no pudieron más y se echaron a reír con grandes carcajadas. María, se sonó, se limpió la cara y cambió sus lágrimas por unas risas, entre rabiosas y de alivio que superaban a las de sus amigos.
-Venga chicas, allí está la entrada. Vamos buscar un sitio donde sentarnos y comer algo, estoy desfallecido.
- María saca la comida. Le daremos a Carlos algo de nuestras provisiones. Por aquí no se ve ningún sitio para comer.
- Esto... La comida ¿Eh? Me temo que se ha quedado en el maldito bus- Y María seguía riéndose.
-¿Qué?- Interrogó Carlos- La comida..- Los tres se encaminaron hacia la puerta del parque, riéndose sin parar.
Lo primero que encontraron en la entrada, fueron varios puestos de comida. Compraron algo y se metieron en el frondoso parque. Pasaron allí toda la tarde. De vez en cuando a alguno de ellos le entraba la risa.
Ya anochecía cuando decidieron volver al hotel. Siguieron la corriente de gente. que se dirigía hacia la salida. Cual no fue su sorpresa, cuando llegaron directamente enfrente de la parada de metro por la que habían salido. Justo detrás de los puestos de comida rápida que vieron al salir del metro aquella mañana.
Esa noche en la sala común del albergue. Nuestros amigos contaron sus aventuras, mientras se zampaban una pizza.

Una gallega en rusia III

21 marzo
Una gallega en Rusia 3

Al poco tiempo de estar sentados en la sala común, apareció una pareja, se acercaron tímidamente. Ellos hablaban de sus planes del día siguiente: Se levantarían pronto, a las seis de la mañana, llegarían temprano a las inmediaciones del Kremlin y desayunarían en la terraza de uno de aquellos bares cercanos. Estaban en estos menesteres, cuando oyeron
- Hola ¿Habláis castellano?
-Hola. No, hablamos gallego, pero también sabemos hablar español- Saludó Carlos.
-Nosotros somos vascos- Dijo el chico- Ella es Arantxa y yo Patxi
-Yo soy Carlos
-Yo María
-Yo loli- Se presentaron los tres
- Os hemos oído hablar. Al principio no sabíamos si erais españoles. Acabamos de llegar de hacer un tour por Mongolia en jeep
-Caray que interesante-Dijo María- Nosotros llevamos aquí un par de días. Y estábamos planeando ir al Kremlin mañana.
-Si, nos ha parecido entender eso ¿Podemos acompañaros?- Pregunto Arantxa- Nos han dicho que, si ya está un grupo formado, es más sencillo coger entradas.
- Bueno, parece que hay que contratar los servicios de una guía, y es ella la encargada de comprar las entradas. Forma grupos de unas treinta personas. Si ya somos cinco, será más rápido. Iremos temprano, hemos pensado estar allí sobre las siete. Y desayunar en uno de los bares cercanos.
- De acuerdo, entonces ¿Nos esperamos aquí?- Pregunto Patxi
- Si, si- Afirmaron los tres amigos.
Esa noche se fueron temprano a su cuarto. El día que les esperaba, sería de mucha madruga.
Durante toda la noche, María no dejo de soñar en voz alta
- El bus, el bus, se va el bus.
A las seis y cinco los amigos estaban en la sala común. Ya se había corrido la voz que irían al Kremlin al dia siguiente por todo el albergue. Había cuatro personas esperando ya, en ese cuarto, entre ellas: el chico brasilero y el italiano, amigos de las chicas. Aún no habían llegado los vascos. Los otros dos eran canadienses, siempre se reían. Después de los saludos pertinentes. Los siete se sentaron a esperar a Arantxa y Patxi, que llegaron al rato Los nueve salieron del albergue con una conversación muy animada. Cada uno podía hablar en su lengua materna, más o menos se entendían. Los canadienses entre risas chapuceaban un poco de español. La más callada era María. No pronunciaba palabra. Sus dos amigos se alejaron de ella. Por el contrario, el italiano se le pegó como una lapa.
- ¿Que le pasa a María?- Preguntó el brasilero- Está muy callada ¿Se encuentra mal?
- No, no- Respondió Loli- Hasta que no tome su primer café. No se le puede hablar. Cuando lo haya tomado. Será la de siempre
- Entonces, mejor me quedo a tu lado- Dijo Joao. Y se arrimó a Loli, tanto, que consiguió que Carlos se alejase un poco para unirse a los vascos, los cuales, tenían una animada charla con los canadienses.
Mientras, Marco, el italiano, intentaba mantener una conversación con María. Pero ella, solo emitía unos monosílabos en forma de gruñidos.
- Marco, ven un momento, por favor- Llamó Carlos.
- Pero ¿Qué le pasa a María? ¿Está enfadada conmigo?- Pregunto Marco
- No, no- Contestó Carlos- Verás. Te quería avisar. Hasta que no se tome su primer café, ella no habla, Sólo gruñe. En esta situación es mejor dejarla sola.
- Conmigo hablará- Aseguró Marco- Ya verás
- Te apuesto el desayuno a que no habla- Respondió Carlos
- Hecho- Confirmo Marco, estrechando la mano de Carlos
- Jajaja- Se rió Carlos-¡Qué bien me va a saber este desayuno!
Marco se acercó de nuevo a María, que ya entraba por la puerta de la estación.
- A ver ¿Os dais prisa o qué?- Apremió la chica
- Vamos, vamos- Apresuró Marco- Nos está esperando un rico y aromático café- Se sonrió mirando a María, que ya estaba bajando por las escaleras automáticas que llevaban a los andenes, y ya no escuchó este último comentario de Marco. Este apresuró el paso y se puso a la vera de María. Cuando llegaron a las vías. Había un tren esperando.
- ! Corred, corred ¡Hay un metro ahí!- Gritaba María, y se abalanzaba al interior del mismo de un salto.
No dio tiempo a más. El maquinista, cerró las puertas y sus amigos se quedaron en tierra.
- Ala. Ya la ha armado otra vez- Se va sola- Dijo Loli
- No, otra vez no- Hablaba María en voz alta- No puede ser cierto. Claro, van habla que habla, en lugar de apurar
Escuchó una voz a sus espaldas
- Vaya, me habían dicho que no hablabas, antes del primer café. Veo que no es del todo cierto
- ¿Que haces tu aquí? ¿No te quedaste en la estación con los demás?
- Bueno, si quieres me bajo.
- No, no por favor
- No hablaré hasta que te hayas tomando tu almuerzo- Dijo Marco, agarrando a María de la cintura. En el mismo instante, el tren hizo su primera parada, el frenazo casi tira a María encima de Marco.
- Si, mejor no hables- Susurró María
Cuando se volvieron a reunir los nueve en la terraza de la cafetería. Marco explicaba a María, cómo había logrado meterse en el vagón delantero, antes que se cerrasen las puertas y había caminado por el tren hasta encontrarla
- Vaya salto que has dado Marco jajaja- Se burlaba Carlos.
-Pues él de María tampoco estuvo mal jajaja- Reíase Loli
- ¿Te pillaste las melenas con las puertas?- Preguntaba uno de los canadienses riéndose
-Sé de alguien que va a pagar los desayunos- Miró Marco a Carlos, pronunciando estas palabras
- No, no- Negó Carlos- Yo no sé si ella ha hablado o no antes de desayunar.
- Bueno, ella puede corroborarlo. Le he explicado nuestra apuesta. No hay mejor árbitro que ella.
- He hablado por los codos. Ala, Carlos a pagar.
- No, ella no es árbitro. Es una de las partes implicadas y por no pagar, hace lo que sea- Se defendió Carlos- Además, la apuesta queda anulada, ya que al ir separados, no se sabe si habló o no. Hagamos un bote
No hubo mucho acuerdo. Pero al final, ganó Carlos y cada cual se pagó su desayuno. Aunque Marco insistió en pagar él de María, ésta no consintió en que lo hiciese.
Al acabar, se encaminaron hacia los jardines cercanos. Pronto una mujer se les acercó. Después de regatear un buen espacio de tiempo. Llegaron a un acuerdo. Irían sólo los nueve en ese grupo. Pero la señorita les explicaría en inglés todo el recorrido. La visita duró hora y media. Pudieron deleitarse en la arquitectura de sus catedrales, en las pinturas murales de sus paredes, representando la vida de Iván el terrible. La campana rota, el enorme cañón.
Visto el Kremlin, decidieron ir a visitar la catedral de San Basilio, cercana al Kremlin. Así matarían dos pájaros de un tiro y harían tiempo hasta la hora de comer. Aquí también disfrutaron con los iconos rusos, pintados en las paredes. Se marearon mirando hacia arriba, en las altas cúpulas, tan características de esta arquitectura.
Por la tarde se acercaron a los Duma, centro comercial, prohibitivo para sus bolsillos. De todas formas, en un puesto de collares y toda clase de abalorios. Marco, le compró un bonito colgante a María, el cual llevaba una M, dentro de un anillo de cuero.
Eran las ocho más o menos, cuando los vascos se despidieron de sus acompañantes.
- Bueno chicos, ha sido un día estupendo. Pero nosotros nos vamos ya. Tenemos mucho cansancio acumulado y necesitamos descansar un poco.
Los canadienses le contaron a Carlos que había unos clubes, no lejos de la parada de metro del hotel. Y allá se lo llevaron.
Así, se quedaron las dos chicas con Marco y Joao. Los cuatro se fueron hacia las inmediaciones del Kremlin. Por las noches había actuaciones en directo al aire libre, la noche acompañaba para escuchar música en directo en un inmejorable escenario. Con el río Moscova de fondo.
No seamos indiscretos y dejemos a las parejitas solas durante unos momentos. Después les echaremos un vistazo. Vayamos a ver que hacen Carlos y los canadienses por los clubes moscovitas.
Antes de empezar la juerga los chicos decidieron cenar algo. Pillaron cualquier cosa en uno de los puestos callejeros, tan abundantes en Moscú, con sus respectivas cervezas y se sentaron en un banco a comer. Cuando hubieron acabado, cogieron el metro en dirección al albergue. Al salir del metro, los canadienses guiaron a Carlos por las calles adyacentes. Y de pronto, apareció una calle repleta de gente.
-Esto si que está animado- Dijo Carlos
- Si, si entremos en éste. Tiene buena pinta- El chico canadiense ya se estaba metiendo dentro del garito.
Una música estridente no dejaba oír nada de lo que hablaban. Era el típico ambiente discotequero de cualquier gran ciudad: Humo, gente, ruido. Se dirigieron a la barra. Pidieron sus copas y se fueron a la pista de baile. Al poco tiempo el aire era irrespirable. Decidieron salir de aquel lugar e ir a otro. Eligieron uno que tenía buena pinta. Entraron y allí. El ambiente era igual que el anterior. Pero la música era latina, esto animó a Carlos, el cual con la copa en la mano, se dirigió a la pista de baile y cuan Latínlover, se puso a bailar con una chica morena que estaba danzando sola en la pista. Los canadienses, riéndose lo imitaron, después de echar un vistazo, eligieron a sus víctimas. Dos chicas rubias que estaban cerca de la pista. Las chicas no les hicieron mucho caso. Carlos seguía agarrado a la chica, marcándose un merenguito. Entonces llegó Rambo, un chico atlético de unos dos metros de largo por dos de ancho. Agarró a Carlos del cuello de la camisa y lo alzó hasta su cara. Dijo algo. Carlos con la música no escuchó lo que decía. Pero se lo imaginaba. Vio el puño cerrado del tiarrón dirigirse directamente hacia su nariz. Despertó con la cabeza metida en una fuente y a los chicos canadienses llamándole.No recordaba nada. Ni como sus amigos lo habían sacado de la disco arrastras, ni como lo habían llevado hasta aquella fuente, ni como el cacharrón de dos metros les había seguido hasta darle esquinazo.
Cuando Carlos se hubo recuperado, los tres se dirigieron al albergue. Carlos esperaba encontrarse allí con sus amigas. Pero éstas aún no habían llegado

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